FOTOGRAFÍA GASTRONÓMICA · JOSÉ ANTONIO ROJO HUERRES

JOSÉ ANTONIO ROJO HUERRES

Mi actividad profesional comienza en 1983 en Diario 16. Licenciado en Periodismo en 1988, he colaborado en gran parte de publicaciones españolas. Mis especialidades van desde retratos y reportajes de viajes para revistas a trabajos corporativos para empresas.
He recibido 4 premios Fotopres. He sido incluido en el libro “Cuatro Direcciones, Fotografía Contemporánea Española” (Centro de Arte Reina Sofía. 1990), y en la Exposición “25 años después. Memoria gráfica de una transición”, inaugurada por los Reyes de España en Noviembre de 2000.

Ultimamente estoy muy interesado en la fotografía gastronómica donde trato de poner en valor las creaciones de chefs españoles.

www.rojofoto.es

Nikon D600
AF 24mm f/2.8D
AF 80-200mm f/2.8D ED
SB-600
SB-900

Fotografiar comida no es sólo realizar un bodegón, es mucho más que eso. Es reinterpretar la creación de otro profesional, entender lo que quiere transmitir y buscar por medio de la técnica fotográfica la mejor manera de comunicar sus ideas. El gran reto viene derivado de las lógicas limitaciones que tiene la fotografía para mostrar algo que huele y que se degusta. Debemos dejar de lado lo obvio para centrarnos en lo visual.
A menudo trato la comida como si de una escultura se tratase, y por si fuera poco, añadimos una nueva limitación, la de la bidimensionalidad de la fotografía. Algo que huele, que sabe, que tiene tres dimensiones lo debemos reducir a una imagen bidimensional. Como planteamiento teórico, es tal la simplificación que deberíamos estar abocados al fracaso. Por ello debemos poner toda nuestra experiencia y conocimiento en resaltar los colores, las texturas, los brillos. En este ámbito la luz y la puesta en escena son los pilares fundamentales. Debemos conseguir que la creación del cocinero entre por los ojos. Si abre el apetito del observador habremos triunfado.
En los albores de la fotografía gastronómica se hacían grandes bodegones al estilo de los grandes cuadros clásicos. Luz lateral como la que usaba Rembrandt. Fuentes, bandejas, cubiertos, manteles, verduras, grandes puestas en escena. Unas simples perdices se acompañaban de la escopeta que las había cazado y de todos los ingredientes en su estado natural. Del mismo modo que la cocina se ha ido sofisticando también la fotografía que la representa, ya no es necesario mostrar el proceso, volvemos al concepto de escultura gastronómica y cuanto más minimalista mejor. Siguiendo la máxima de "menos es más" he llegado a prescindir del plato. Las viandas se muestran sobre un fondo blanco puro sin ninguna distracción, como si formaran parte de un paisaje nevado.
El proceso de creación exije la máxima complicidad con el chef, el propone y explica, el fotógrafo reinterpreta y coloca, es un trabajo en equipo. A veces los productos no ayudan, las espumas se bajan, los pescados sueltan agua, los helados se derriten y el nitrógeno líquido es caprichoso. La paciencia es una cualidad fundamental.
En la captura no siempre se ve el resultado final, posteriormente queda el trabajo de postproducción donde se eliminan reflejos, se limpian los productos de imperfecciones y se blanquea el blanco. Por fin la comida entra por los ojos.

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